lunes, 7 de mayo de 2007

El impacto del cambio en la agricultura de Sonora

Vulnerabilidad climática
El Imparcial, 6 de Mayo, 2007
TEREZA CAVAZOS
Nuestro País presenta patrones climáticos complejos que son resultado de las interacciones entre el océano, la atmósfera y la topografía, así como de los patrones de uso de suelo, urbanización y de los cambios en la cobertura vegetal; estas interacciones dificultan la identificación de patrones claros de vulnerabilidad al cambio climático.
Por ejemplo, las zonas áridas y semiáridas son las menos aptas para la agricultura y, sin embargo, los estados del Norte y Centro son los principales productores de granos, hortalizas, pastizales y ganado en el País.
Las zonas áridas y semiáridas ocupan más del 53% del territorio nacional y se caracterizan por un clima altamente variable a escala interanual con importantes implicaciones en diversos sectores socioeconómicos de la región, en especial aquéllos que se relacionan con el uso y manejo del agua y la agricultura.
El reporte del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) del 2001 mostró evidencias de que las zonas áridas y semiáridas, las zonas costeras y las que tienen riesgo por inundaciones son particularmente vulnerables a la variabilidad y cambio climático.
Trabajos recientes documentan que el cambio climático está ocurriendo en nuestro continente y en México; por ejemplo, las tendencias de la temperatura global publicadas en el Cuarto Reporte del IPCC en febrero de 2007 en París muestran un claro incremento de aproximadamente 0.7 oC en la temperatura media anual en América del Norte en los últimos 25 años.
Este incremento se atribuye a gases de invernadero producidos antropogénicamente. A escala regional, otros autores reportan aumentos en la temperatura mínima en las zonas áridas de México y un aumento en el número de días secos por año. Un cambio en las temperaturas tiene impactos no sólo en la sociedad, sino también en la flora, la fauna y en la agricultura. Estos cambios podrían producir migración de especies y la necesidad de adaptarse a un nuevo régimen climático.
Se sabe que, al haber un cambio en la temperatura media, se espera un cambio gradual en el promedio de otras variables climatológicas, lo cual intensificaría el ciclo hidrológico produciendo más inundaciones y sequías, más ondas de calor, más heladas.
La sequía más reciente en el Noroeste de México, que ocurrió de 1994 a 2002, y que fue más intensa que la sequía de los años cincuenta, produjo fuertes pérdidas en el sector agrícola y ganadero, así como una fuerte presión social por la disponibilidad de agua.
Se proyecta que la disponibilidad de agua para el año 2020 en la Península de Baja California, el Río Bravo y las cuencas del Norte será menor a los 1,000 m3/hab/año (considerado como umbral que define la escasez de este recurso).
Al aumentar la temperatura media, aumenta la evaporación y la probabilidad de lluvia y de eventos extremos. El incremento en la variabilidad de eventos climáticos extremos provoca una mayor exposición de la población a los desastres.
Por ejemplo, 1998 fue un año de “El Niño” muy fuerte, fue un año de incendios forestales y de sequías generalizadas en muchas regiones del País. De acuerdo con la Semarnat (2000) se quemaron 849,632 Has, el área mas grande siniestrada en una sola estación.
Hay varios estudios que también documentan que los eventos extremos de lluvia de verano se han incrementado de manera significativa en las zonas áridas y semiáridas del País en los últimos 25 años. Es decir, se han observado intensas sequías y fuertes lluvias.
Muchas veces las lluvias torrenciales y desastrosas que duran unas cuantas horas o días no son suficientes para aminorar una sequía persistente de varios años.
Desafortunadamente, en zonas urbanas y deforestadas el agua que se escurre durante estos eventos extremos, por lo general, se pierde. Por eso es muy importante la reforestación como un medio para evitar deslaves y erosión; además, la vegetación es sumidero de bióxido de carbono.
Tereza Cavazos es investigadora del Departamento de Oceanografía Física de la División de Oceanología del Cicese.
* Este artículo fue publicado el 5 de mayo de 2007 en la gaceta “Todos@Cicese”, órgano de difusión del Centro de Educación Científica y de Educación Superior de Ensenada.

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