Reforma, opinión / 30 de julio 2007
Sergio Sarmiento
VILLAHERMOSA, TABASCO.- Tabasco concentra el 35 por ciento del agua que corre por México. Por sí sola la cuenca hidrográfica del Usumacinta y el Grijalva, que desciende en numerosos ramales desde las tierras altas de México y Guatemala, vierte en el golfo de México 125 mil millones de metros cúbicos de agua al año. En un país preponderantemente seco, Tabasco es una excepción notable.
El agua define la vida en Tabasco, pero es también señal de uno de sus principales fracasos. No hay lugar en el estado cuya existencia cotidiana no esté definida o marcada por este líquido. Tampoco hay lugar en el que no se manifiesten los indicios de su deterioro.
En una comida en una terraza sobre el Usumacinta, el presidente del municipio de Emiliano Zapata, Jorge Luis González Marín, me confía que su mayor prioridad en un mandato que apenas empieza es echar a andar una planta de tratamiento de agua que una administración anterior comenzó pero dejó inconclusa. Algunos municipios a lo largo del río han logrado ya tener plantas de tratamiento, pero no Emiliano Zapata.
Los recursos del municipio no son suficientes para concluir el proyecto. Por eso el presidente municipal espera contar con apoyos del estado y la Federación. De lo contrario, Emiliano Zapata seguirá contaminando y afectando a todos los viven río abajo.
El presidente del municipio de Centro, que incluye a Villahermosa, Evaristo Hernández Cruz, me expresa más tarde la misma preocupación por la construcción de plantas de tratamiento de agua. Sin éstas, los ríos seguirán siendo usados como basureros con consecuencias negativas para todos.
Los tabasqueños se dan cuenta de que las aguas de los ríos definen su visión de la vida y su singularidad. El poeta Carlos Pellicer escribió: "porque del fondo del río he sacado mi mano y la he puesto a cantar". La contaminación de las aguas que bajan de las montañas es una amenaza no sólo contra un recurso natural de enorme valor sino contra la esencia misma del tabasqueño.
El problema empieza por la deforestación en las sierras que dan origen a los ríos de Tabasco. Esta deforestación ha modificado el régimen de captación pluvial y ha hecho que las crecidas y las secas se vuelvan más acentuadas e imprevisibles. Pero nada ha afectado más el agua de los ríos que el convertirlos en basureros. "Agua de mis imágenes, tan muerta", cantaba Pellicer, quizá ya con la visión del ecocidio.
La contaminación de los ríos es un problema claramente identificado que puede resolverse con soluciones muy concretas. Debe eliminarse el vertido a los ríos de aguas residuales sin tratar. Necesitamos construir plantas de tratamiento y encauzar las aguas de drenaje ya neutralizadas a usos agrícolas.
¿De dónde surge la resistencia? Quizá del hecho que quienes invierten en estos proyectos no reciben directamente sus beneficios. Si vierto mis aguas sucias en el río, los afectados serán quienes se encuentran río abajo; si las limpio, la inversión la hago yo pero los beneficiados son mis vecinos río abajo. Por otra parte, la limpieza de las aguas, al contrario de la construcción de carreteras u otras obras de infraestructura, no tiene un impulso directo en la actividad económica. No generan mayor ingreso ni para los habitantes de una comunidad ni para el gobierno.
Invertir en la salvación de los ríos, sin embargo, nos lleva a todos a tener una mejor calidad de vida. Y en el caso de un estado como Tabasco, para el cual el agua es fuente de identidad, es una forma de rescatarse a sí mismo. Recordemos nuevamente a Pellicer:
"Agua de Tabasco vengo
y agua de Tabasco voy.
De agua hermosa es mi abolengo;
y es por eso que aquí estoy
dichoso con lo que tengo".
Contingencia
¿Cómo queremos promover el turismo en el Distrito Federal si cuando hay una contingencia ambiental, como la que tuvimos este sábado pasado, impedimos que cientos o miles de automóviles con placas de otras entidades o de otros países ingresen a la ciudad? No sé si atribuir esta actitud al autoritarismo de quien ejerce el poder o a una simple ignorancia. Pero el hecho es que tener una amenaza abierta de que en cualquier día, en cualquier momento, se cerrarán las calles de la ciudad a los visitantes de otros lugares no ayuda en nada a la ecología pero sí afecta la actividad económica.
Sergio Sarmiento
VILLAHERMOSA, TABASCO.- Tabasco concentra el 35 por ciento del agua que corre por México. Por sí sola la cuenca hidrográfica del Usumacinta y el Grijalva, que desciende en numerosos ramales desde las tierras altas de México y Guatemala, vierte en el golfo de México 125 mil millones de metros cúbicos de agua al año. En un país preponderantemente seco, Tabasco es una excepción notable.
El agua define la vida en Tabasco, pero es también señal de uno de sus principales fracasos. No hay lugar en el estado cuya existencia cotidiana no esté definida o marcada por este líquido. Tampoco hay lugar en el que no se manifiesten los indicios de su deterioro.
En una comida en una terraza sobre el Usumacinta, el presidente del municipio de Emiliano Zapata, Jorge Luis González Marín, me confía que su mayor prioridad en un mandato que apenas empieza es echar a andar una planta de tratamiento de agua que una administración anterior comenzó pero dejó inconclusa. Algunos municipios a lo largo del río han logrado ya tener plantas de tratamiento, pero no Emiliano Zapata.
Los recursos del municipio no son suficientes para concluir el proyecto. Por eso el presidente municipal espera contar con apoyos del estado y la Federación. De lo contrario, Emiliano Zapata seguirá contaminando y afectando a todos los viven río abajo.
El presidente del municipio de Centro, que incluye a Villahermosa, Evaristo Hernández Cruz, me expresa más tarde la misma preocupación por la construcción de plantas de tratamiento de agua. Sin éstas, los ríos seguirán siendo usados como basureros con consecuencias negativas para todos.
Los tabasqueños se dan cuenta de que las aguas de los ríos definen su visión de la vida y su singularidad. El poeta Carlos Pellicer escribió: "porque del fondo del río he sacado mi mano y la he puesto a cantar". La contaminación de las aguas que bajan de las montañas es una amenaza no sólo contra un recurso natural de enorme valor sino contra la esencia misma del tabasqueño.
El problema empieza por la deforestación en las sierras que dan origen a los ríos de Tabasco. Esta deforestación ha modificado el régimen de captación pluvial y ha hecho que las crecidas y las secas se vuelvan más acentuadas e imprevisibles. Pero nada ha afectado más el agua de los ríos que el convertirlos en basureros. "Agua de mis imágenes, tan muerta", cantaba Pellicer, quizá ya con la visión del ecocidio.
La contaminación de los ríos es un problema claramente identificado que puede resolverse con soluciones muy concretas. Debe eliminarse el vertido a los ríos de aguas residuales sin tratar. Necesitamos construir plantas de tratamiento y encauzar las aguas de drenaje ya neutralizadas a usos agrícolas.
¿De dónde surge la resistencia? Quizá del hecho que quienes invierten en estos proyectos no reciben directamente sus beneficios. Si vierto mis aguas sucias en el río, los afectados serán quienes se encuentran río abajo; si las limpio, la inversión la hago yo pero los beneficiados son mis vecinos río abajo. Por otra parte, la limpieza de las aguas, al contrario de la construcción de carreteras u otras obras de infraestructura, no tiene un impulso directo en la actividad económica. No generan mayor ingreso ni para los habitantes de una comunidad ni para el gobierno.
Invertir en la salvación de los ríos, sin embargo, nos lleva a todos a tener una mejor calidad de vida. Y en el caso de un estado como Tabasco, para el cual el agua es fuente de identidad, es una forma de rescatarse a sí mismo. Recordemos nuevamente a Pellicer:
"Agua de Tabasco vengo
y agua de Tabasco voy.
De agua hermosa es mi abolengo;
y es por eso que aquí estoy
dichoso con lo que tengo".
Contingencia
¿Cómo queremos promover el turismo en el Distrito Federal si cuando hay una contingencia ambiental, como la que tuvimos este sábado pasado, impedimos que cientos o miles de automóviles con placas de otras entidades o de otros países ingresen a la ciudad? No sé si atribuir esta actitud al autoritarismo de quien ejerce el poder o a una simple ignorancia. Pero el hecho es que tener una amenaza abierta de que en cualquier día, en cualquier momento, se cerrarán las calles de la ciudad a los visitantes de otros lugares no ayuda en nada a la ecología pero sí afecta la actividad económica.
Powered by ScribeFire.
No hay comentarios:
Publicar un comentario